La dominación imperial en los siglos
XIX y XX
Imperialismo
Imperialismo, como se define en el Diccionario de Geografía Humana, es una relación humana y territorial desigual, por lo general en forma de un imperio, basado en ideas de superioridad y las prácticas de dominación, que implica la extensión de la autoridad y el control de un Estado o pueblo sobre otro o también puede ser una doctrina política que justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros; habitualmente mediante distintos tipos de colonización (de poblamiento, de explotación económica, de presencia militar estratégica) o por la subordinación cultural (aculturación). El sociólogo estadounidense Lewis Samuel Feuer identificó dos subtipos principales del imperialismo: el primero es el "imperialismo regresivo" identificado con la pura conquista, la explotación inequívoca, el exterminio o reducciones de los pueblos no deseados, y el asentamiento de los pueblos deseados en esos territorios. El segundo tipo identificado por Feuer es "imperialismo progresista" que se basa en una visión cosmopolita de la humanidad, que promueve la expansión de la civilización a las sociedades supuestamente atrasadas para elevar los estándares de vida y la cultura en los territorios conquistados, y la asignación de la gente conquistada a asimilarse a la sociedad imperial. Aunque los términos "imperialismo" y "colonialismo" están muy relacionados, no son sinónimos.
Imperios coloniales en 1800 |
Los Imperios han existido a lo largo de toda la historia,
desde su mismo comienzo en la Edad Antigua, pero el uso del término "imperialismo"
suele limitarse a la calificación de la expansión europea que
se inicia con la era de los descubrimientos (siglo XV) y se prolonga durante toda la Edad Moderna y Edad Contemporánea hasta
el proceso de descolonización tras
la Segunda Guerra Mundial.
Imperios coloniales en 1914 |
Más específicamente, la expresión Era del Imperialismo, utilizada por
la historiografía, denomina al periodo que va de 1880 a 1914, en que se
produjo una verdadera carrera para construir imperios coloniales,
principalmente con el llamado reparto
de África. A ese periodo se refieren dos de los textos más importantes
que fijaron el concepto: Imperialism
a study, de Hobson, y El
imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin.
La perspectiva marxista entiende el imperialismo no
esencialmente como una forma de dominación política, sino como un mecanismo de
división internacional del capital y el trabajo, por el que la propiedad del
capital, la gestión, el trabajo de mayor cualificación y la mayor parte del
consumo se concentran en los países "centrales"; mientras que en los
países "periféricos", que aportan el trabajo de menor cualificación y
los recursos naturales, sufren un intercambio desigual que conduce a la
explotación y el empobrecimiento. En politología también se emplea la
nomenclatura "norte-sur" para esta forma de relación.
¿QUÉ ES EL IMPERIALISMO?
Es
difícil dar una definición de imperialismo simple y acotada, ya que es un
proceso histórico muy complejo, pero podríamos describirlo como una doctrina política en la que un Estado
pretende situarse por encima de otros Estados o comunidades. Dentro
de esta acepción podríamos identificar distintos procesos similares en momentos
muy diferentes de la historia, pero aquí nos abocaremos al llamado Imperialismo Moderno del siglo XIX.
Desde 1870 –aproximadamente- hasta 1919 (tras el fin de la Primera Guerra
Mundial) se da lo que algunos historiadores han llamado la “Era del Imperialismo”. Este período
está caracterizado por una intensa
expansión colonial en la que los países más poderosos salen a
dominar territorialmente enormes regiones dando origen a grandes imperios
coloniales.
Las
causas que empujaron una nueva
expansión ultramarina han sido diversas. Las naciones
industrializadas vieron en la conquista
de nuevas tierras una forma de acceder a recursos naturales y materias primas que
necesitaban para sus producciones industriales, lo que se acompañaba además de
mano de obra barata. A su vez, se desarrollarían en los nuevos dominios
mercados en los que vender esa misma producción.
Posesiones
coloniales en 1800.
La acumulación de capitales que
existía en los países industriales propició otro mecanismo de dominación
económica -que prosperó junto con el dominio colonial-
el de los créditos y empréstitos a gobiernos, y las inversiones con altos
márgenes de ganancias.
Desde un
plano político, la colonización de
vastas zonas de África y de Asia era considerada de alto valor estratégico, ya sea para el
control de áreas de importantes riquezas, o vías de comunicación.
En un segundo lugar, las colonias funcionaron de hecho como vía
de escape para muchos problemas políticos y sociales que se daban en la metrópolis.
Inglaterra –país líder del capitalismo industrial– se convirtió en el primer Estado
Imperialista, gracias a sus enormes posibilidades económicas y a su poderosa
flota marítima.
EL IMPERIALISMO EN EL SIGLO XIX: LOS DISTINTOS IMPERIOS
El imperio Británico
fue el más poderoso y extendido del mundo,
llegando a abarcar en las primeras décadas del siglo XX una cuarta parte de la
población mundial y una quinta parte de los territorios del planeta.
Posesiones coloniales en 1898
Francia,
Alemania, Italia y Rusia se
lanzaron también a la conquista de colonias. Pero no sólo las potencias europeas
intervinieron en el Imperialismo colonizador de fines del siglo XIX, Estados
Unidos y Japón también
se lanzaron en la búsqueda de nuevas conquistas.
Ahora que conocemos
las causas y los protagonistas de este proceso, pasemos a ver brevemente cómo
se dio su evolución histórica. En primer lugar cabe aclarar que ya desde
siglos anteriores existían dominios coloniales en Asia, África y Oceanía.
Durante la década de 1870, se dieron una serie de anexiones a cargo de
diferentes países, pero el proceso se dio en forma bastante espontánea.
Sin embargo, ya para
la década de 1880, la disputa
de determinados territorios y la rivalidad entre las potencias que buscaban
superar en poderío a sus contrincantes llevaron el afán colonizador hasta el conflicto bélico. En
1880, estalló la guerra entre los ingleses y los bóers
(antiguos colonos de origen holandés), en lo que hoy es Sudáfrica.
Esta coyuntura
llevó a que los estados imperialistas firmaran acuerdos entre sí para
establecer ciertas “reglas” en la apropiación de territorios coloniales.
Los
conflictos continuaron latentes a través de los siguientes años, hasta aflorar
nuevamente con toda su crudeza en las vísperas de la Primera
Guerra Mundial. En los años siguientes de la “Era del imperialismo” el
proceso de colonización se acentuó y se aceleró. En
menos de una generación se produjo el llamado “reparto de África”,
se dominó las poblaciones de Asia central y meridional, y se produjo la colonización de las
tribus aborígenes de Oceanía. A pesar de los múltiples movimientos de
resistencia de las comunidades locales, el poderío bélico y económico de las
potencias logró sofocarlos.
CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO
Imperialismo tuvo numerosas consecuencias, por un
lado para los países capitalistas y colonizadores, pero sobre todo para los
territorios colonizados. La superioridad económica, armamentística y de
infraestructuras de las potencias colonizadoras obligó literalmente a estos
pueblos a convertirse en meros instrumentos para el enriquecimiento de los
imperios. Muchas de estas consecuencias, por no decir todas, se siguen dejando
ver, por ejemplo, en el África negra, un territorio que ha perdido su identidad
desde la época del imperialismo y cuyos países llevan años sumidos en
irracionales guerras civiles. Una de las consecuencias más evidentes tiene que
ver con el ámbito geográfico, y es la reordenación de numerosos terrenos y
la aparición de grandes imperios, en especial el Imperio Británico. Estos
imperios dominaban grandes zonas de terreno con fronteras difusas, y
habitualmente obligaban a los pueblos que allí vivían a unirse o separarse en
contra de su voluntad. Esto creó tensiones contra los imperios y entre los
propios pueblos, algunas de las cuales persisten hasta hoy en día. También se
produjeron numerosos cambios sociales. Muchas poblaciones indígenas fueron
apartadas de sus territorios, otros optaron por el éxodo rural para
trabajar como obreros, construyendo infraestructuras o en plantaciones
agrícolas. Muchos sufrieron la llamada marginalidad urbana.
Imperialismo tuvo numerosas consecuencias, por un
lado para los países capitalistas y colonizadores, pero sobre todo para los
territorios colonizados. La superioridad económica, armamentística y de
infraestructuras de las potencias colonizadoras obligó literalmente a estos
pueblos a convertirse en meros instrumentos para el enriquecimiento de los
imperios. Muchas de estas consecuencias, por no decir todas, se siguen dejando
ver, por ejemplo, en el África negra, un territorio que ha perdido su identidad
desde la época del imperialismo y cuyos países llevan años sumidos en
irracionales guerras civiles. Una de las consecuencias más evidentes tiene que
ver con el ámbito geográfico, y es la reordenación de numerosos terrenos y
la aparición de grandes imperios, en especial el Imperio Británico. Estos
imperios dominaban grandes zonas de terreno con fronteras difusas, y
habitualmente obligaban a los pueblos que allí vivían a unirse o separarse en
contra de su voluntad. Esto creó tensiones contra los imperios y entre los
propios pueblos, algunas de las cuales persisten hasta hoy en día. También se
produjeron numerosos cambios sociales. Muchas poblaciones indígenas fueron
apartadas de sus territorios, otros optaron por el éxodo rural para
trabajar como obreros, construyendo infraestructuras o en plantaciones
agrícolas. Muchos sufrieron la llamada marginalidad urbana.
Consecuencias del Imperialismo |
Por
otro lado, los pueblos colonizados tuvieron que dejar atrás su cultura,
su lengua o sus tradicionales religiosas para acatar las normas, leyes y creencias
de los pueblos imperialistas. Principalmente se impuso la religión cristiana y
las lengua francesa e inglesa, provocando en los pueblos colonizados una
pérdida de sus valores y señas culturales ancestrales. Las colonias también
fueron territorio habitual de combate entre las potencias colonizadoras.
Estos terrenos, alejados de la “madre patria” eran unos buenos lugares para
medir fuerza en batalla sin causar pérdidas en la propia nación. Por ello,
muchas de estas naciones colonizadas no vivieron en tranquilidad con la llegada
de los colonizadores, sino que en muchos casos también fueron obligadas a
combatir contra el enemigo del imperio. Una de las principales razones que
tenían los colonizadores para establecerse en los nuevos territorios era aprovechar
su potencia económica y de infraestructuras para sacar todo el beneficios
posible de los recursos
naturales que
poseían dichas colonias. En este sentido, también se cambiaron los métodos
tradicionales de producción en pos de otros sistemas más europeos y
mecanizados. El sistema de agricultura de subsistencia ancestral dejó paso a
nuevos métodos cuyo objetivo principal era lograr el mayor volumen de
exportaciones posible. En definitiva, las colonias se convirtieron en un buen
sitio donde adoctrinar a las gentes, saquear los recursos, abastecer a la
metrópoli y dirimir batallas contra los enemigos. Esto provocó el aumento de
las tensiones con los pueblos y entre imperios que terminarían por desembocar
en la 1ª Guerra Mundial.
LAS JUSTIFICACIONES IDEOLÓGICAS
DEL IMPERIALISMO
Los estados
imperialistas, especialmente Gran Bretaña y Estados Unidos, justificaron sus
actuaciones en los países que colonizaban no solo argumentando causas
políticas y económicas, sino también razones supuestamente racionales.
Ciertamente, los países imperialistas pusieron en marcha una compleja
maquinaria propagandística e ideológica cuyo objetivo era presentar y convencer
a toda su población de que sus motivos para realizar tales acciones estaban
justificados desde un punto de vista moral.
La más importante de
estas justificaciones se basó en la que se ha venido llamado la teoría del darwinismo social.
Esta teoría, derivada de los estudios sobre la evolución de las especies de
Charles Darwin, que indicaba que el proceso evolutivo no solo se aplicaba a los
animales, sino también a la especie humana y a las instituciones
gubernamentales.
Darwinismo social |
Así, las
instituciones más avanzadas y más fuertes eran naturalmente más aptas para la
supervivencia y tenían el derecho de extenderse sobre las demás para
“civilizarlas” e implementar en otros lugares menos desarrollados su forma de
vida superior. Según esta línea de pensamiento, los
pueblos dominados eran inferiores, por lo que no solo era el
derecho de los países más poderosos sino incluso su deber moral ayudarles a
mejorar a través de su dominio y de la extensión de su vasto conocimiento.
Con el tiempo, esta
visión llegó a radicalizarse enormemente y en algunos sectores políticos se
estableció la creencia de la “supervivencia
del más apto“, es decir, que para continuar evolucionando se
tenía que exterminar a aquellos individuos que fueran más débiles, que no
fueran considerados válidos para la sociedad o que, directamente, fueran
tenidos como inferiores, pues lastraban la mejora de la sociedad. Este tipo de
creencias se extendió mucho y se encuentra en la base de actuaciones tales como
el exterminio sistemático de indígenas,
la aplicación de teorías relacionadas con la eugenesia y de diversas políticas
de mejora de la raza aria impuestas por el gobierno nazi, por citar solo
algunos ejemplos.
Asimismo, muy
relacionada con esta teoría se encuentra otra idea que se hizo muy popular
durante la época imperialista y que defendía que había una gradación o una
escala evolutiva también en las razas humanas que indicaba que el
hombre blanco era la especie más evolucionada del planeta. A
partir de él y en una escala descendente, el resto de las razas eran
consideradas más primitivas, lo que le daba a los pertenecientes a esa cúspide
evolutiva una ventaja natural sobre los demás. Esas personas que se encontraban
por debajo de ellos según esta ideología eran consideradas menos inteligentes,
menos desarrolladas y menos capaces en todos los ámbitos, llegándose en muchos
casos a considerar al resto tan inferiores que se presentaba la necesidad de
que fueran custodiados y titulados por quienes se consideraban sus superiores
en todos los sentidos.
Exterminio sistemático de indígenas |
Esta forma de pensar
daba al imperialismo un claro revestimiento moral: las acciones que se llevaban
a cabo en diferentes territorios de África, Asia y Oceanía no estarían
realizando acciones hostiles contra territorios que eran iguales que ellos,
sino que estaban ejerciendo la obligación que tenían de tutelar y llevar a la
civilización a aquellos pueblos que prácticamente se consideraban salvajes.
Su superioridad, por lo tanto, les daba todo el derecho que necesitaban para
llevar a cabo las actividades relacionadas con la dominación y explotación de
diversos territorios de otros continentes.
La
sociedad Industrial
Comenzó
a surgir una nueva sociedad inspirada en los principios del liberalismo y
alimentada por la expansión de la Revolución Industrial, al tiempo que Europa
era sacudida por acontecimientos políticos como la era Napoleónica y la
restauración. El triunfo de la máquina sobre el trabajo manual hizo que
florecieran la industria y el comercio. La población industrial urbana se
dividió: una mayoría de obreros y una minoría de empresarios. Las diferencias
entre ricos y pobres aumentaron y entre estos dos sectores surgió la clase
media que dependía en parte de la propiedad y en parte del trabajo. Surgieron
movimientos obreros y huelgas que desencadenaron la conformación de sindicatos.
La revolución de 1830
en Francia y la crisis
En
julio de 1830 se presentó un levantamiento de burgueses que llevó al triunfo y
ocasionó la abdicación del rey. Luis Felipe de Orleans fue elegido como nuevo
rey se dio paso de esta forma a una monarquía burguesa y liberal que puso fin a
la Restauración. La revolución
repercusiones en el resto de Europa y se configuraron dos bandos: uno de
gobiernos liberales compuesto por estados occidentales y otro, autoritario y
reaccionario, fiel a la Restauración compuesto por Prusia, Austria y Rusia.
Los Nacionalismos |
La
revolución de 1848, originada en Francia y que despertó otra ola revolucionaria
en Europa, alteró el orden monárquico burgués impuesto en 1830, este proceso
avivó un fuerte nacionalismo y enrumbó a
Europa hacia la consolidación de nuevas naciones. Los burgueses proclamaron de
nuevo la República, poniendo fin a la monarquía. Se inició así l llamada
Segunda República que termino en el golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte
(sobrino de Napoleón I). Eta segunda ola revolucionaria fusionó al liberalismo
y al nacionalismo e involucró al pueblo en acontecimientos políticos. Se
realizó el cambio de monarquías absolutistas a monarquías constitucionales y se
hizo evidente la gran fuerza de los nacionalistas y liberales, quienes en los
años siguientes alcanzaron importantes logros al concretarse la unidad en
varias naciones, entre ellas Italia y Alemania.
Nuevas ideas sociales
Manifiesto Comunista |
Como consecuencia de la modernización y del
progreso, la situación del obrero empeoraba. En la Europa revolucionaria de
1848 apareció el socialismo científico cuyos ideólogos fueron Karl Marx y
Friedrich Engels. Marx desarrolló una teoría según la cual el socialismo era el
resultado necesario de la lucha entre dos clases: el proletariado y la
burguesía. Posteriormente investigó el proceso de desarrollo del capitalismo
que originó esas clases y el conflicto que sostenían entre sí; elaboró la
teoría de la plusvalía, motor de la producción capitalista y fuente de la
explotación de la mano de obra. Marx y Engels elaboraron el Manifiesto
comunista Que resume su filosofía
social, el cual sirvió de plataforma a la Liga Comunista.
Las democracias a partir de 1870
Desde 1870, el panorama europeo contrastó con
el de las décadas anteriores, pues varias naciones se unificaron e iniciaron su
proceso de ascenso; se consolidaron las democracias más importantes de Europa y
se dio inicio a la segunda etapa de la Revolución Industrial que se caracterizó
por la técnica, la química y la electricidad. Al finalizar el siglo XIX, las
principales naciones europeas practicaban una democracia parlamentaria, con
excepción de la Rusia donde el poder lo continuaba ejerciendo la monarquía.
Asia en el siglo XIX
Repartición de China |
A pesar de que Asia desde Épocas muy antiguas
existieron sólidas monarquías que habían permanecido inamovibles durante
cientos de años, los europeos en un rápido proceso colonizador impulsados por
sus intereses económicos y políticos, ocuparon los imperios asiáticos e
instauraron en ellos regímenes coloniales para imponerles lenguas, educación y
leyes extranjeras. La excepción fue Japón. Inglaterra ocupó Egipto y gran parte
del Cercano Oriente, mientras que Francia e Italia se repartieron al Norte de
África. En el Lejano Oriente, Inglaterra ocupó India y la puso en manos de una
compañía inglesa. Este dominio se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, cuando
la situación cambió con ocasión del gran motín de 1857 y fue Inglaterra la que
administró la colonia y la compañía comercial.
China, el imperio más antiguo y prestigioso
del Extremo Oriente, fue dominado por Inglaterra desde 1842. El despojo y
reparto definitivo de China se realizó en 1895, antecedido por la guerra
Franco-China de 1882 que dio a Francia el control de Indochina. Japón también
tenía intereses en China y le declaró la guerra a Francia. Con la victoria
japonesa se inició el reparto de China: Francia tomó el suroeste, Inglaterra el
sur y el Yang Tsé, Japón y Rusia el noroeste, Alemania e Inglaterra la
península de Shandong y Hong Kong fue cedido por 99 años a Inglaterra. Desde
1997 Hong Kong volvió a ser de China.
África en el siglo XIX
Como resultado de la Revolución Industrial,
que impulsó a las potencias europeas a anexar importantes naciones de África
sahariana y del África negra, cambiaron las relaciones de Europa con los
estados africanos. Este proceso culminó con la repartición imperialista de 1885
y las consiguientes resistencias y enfrentamientos entre las potencias. La
Conferencia de Berlín entre 1884 y 1885 legalizó la repartición de África:
Congo pasó a Bélgica, Italia ocupó a Libia, y Francia ocupó el protectorado de
Marruecos junto a España. La ocupación europea no fue aceptada pasivamente por
las naciones africanas. Su resistencia se volvió constante en las colonias y la
represión europea fue sangrienta.
Bibliografía
Enciclopedia
Temática Ilustrada MAESTRA, Grupo editorial Norma, 1999
Ciencias
Sociales Redes de Aprendizajes, Rodríguez Mauricio y otros, Ediciones SM S.A.,
2012, Bogotá, D.C
Web
Grafía
que pasaba en sur-América durante la revolución industrial?
ResponderEliminaratt:alvaro jose veloza campo
8°2
Después leer todo, no se quedo claro sobre la segunda revoluciona industrial.
ResponderEliminar¿A qué se llama Segunda Revolución Industrial?
Alumno: Macias Vergara Denilson Jesús
Curso: 801